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Uno de los abusos sexuales fue cometido en esta zona, lindante al arroyo Mbocay, en las 2.000 Hectáreas. | Foto: Norma Devechi

“Pedí ayuda, le dije que me iban a violar, pero se encerró y apagó las luces”

La estudiante fue abordada cuando pasaba en moto por este sitio.

Los abusos sexuales cometidos por integrantes de la aldea Mbororé en los últimos días del mes pasado en la zona de las 2000 Hectáreas de Puerto Iguazú sumaron nuevos pasos de cara al esclarecimiento. Es que la víctima de 15 años también identificó en rueda de reconocimiento a uno de los dos detenidos y ahora ambos quedaron en una posición complicada ante la Justicia.
En este caso, el apuntado fue Carlos D. (36), conocido como Conejo y quien atacó a la adolescente cuando regresaba a su casa al mando de una motocicleta, después de clases. Por su minoría de edad debió presentarse en la sede judicial acompañada por su madre para llevar adelante la pericia ordenada por el titular del Juzgado de Instrucción Tres, Martín Brites. Con mucha seguridad apuntó al sospechoso como el abusador.
El resultado dejó al hombre sumamente comprometido, porque si bien la víctima se resistió lo más que pudo, sin poder evitar ser agredida sexualmente, de acuerdo a su declaración en determinado momento una camioneta blanca pasó por el lugar y el conductor no solamente ahuyentó al malandra sino que después la acompañó hasta su casa.
Más allá de eso, la menor relató con angustia a este matutino que en una primer secuencia del abuso logró zafar del atacante y corrió hasta una casa cercana, pero la mujer que se asomó al escuchar el pedido de auxilio no sólo no le permitió ingresar para ponerse a salvo, sino que se encerró y apagó las luces, lo que provocó que el sujeto la alcance y otra vez la arrastre de los pelos hacia el monte.
“Pedí ayuda, le dije que me iban a violar, que me deje entrar a su casa, pero se encerró y apagó las luces, me dejó a merced del abusador. No se por qué hizo eso, si sólo quería que me ayudara, pero no lo hizo. Me duele mucho esa falta de solidaridad, porque si no aparecía el hombre de la camioneta no se qué hubiera sido de mí”, lamentó la víctima, que por estas horas lleva adelante un tratamiento para poder superar el trauma.

Noche de terror

De acuerdo a la denuncia que hizo la progenitora de la adolescente en la Comisaría de la Mujer de la Ciudad de las Cataratas, el viernes 21 de mayo, su hija llegó alterada a la casa alrededor de las 20.30 y llorando le contó que al salir del colegio y mientras se dirigía a su casa, pinchó un neumático de la moto por lo que debió repararlo en una gomería. Cuando retomó el trayecto, sobre el puente del arroyo Mbocay tuvo que disminuir la marcha por el barrial y en ese contexto apareció el aborigen.
“Estaba lloviendo en ese momento, iba despacio porque se empastaban las ruedas y pasando el puente sobre el arroyo estaba sentado (el acusado) en una piedra, tomando caña. De golpe me quedé empantanada. Él se levantó, caminó hacia mí y le dije ‘¡Pará, qué te pasa!’ Me empujó de la moto, caí al barro. Le dije ‘te dejo la moto, la mochila, pero me voy a casa, no me hagas nada’. No hizo caso, me agarró fuerte y otra vez le pedí por favor que no me lastime, porque me quería ir a casa”.
“Estaba temblando del miedo, lloraba mucho. Me empezó a manosear, a apretarme contra él y en eso empiezo a pedir auxilio a los gritos. Ninguno de los vecinos salió. Forcejeo, lo empujo fuerte y zafo de sus manos, por lo que corrí hasta esa casa que estaba abierta y le conté a la mujer que salió que necesitaba de su ayuda porque me iban a violar, pero sin decir nada se encerró y apagó las luces”, recordó angustiada la adolescente a este matutino, interesada en que su testimonio ayude a prevenir otros ataques.
La indiferencia de la mujer favoreció al abusador, que segundos después la alcanzó y arrastró otra vez al monte.
“Perdí las esperanzas con esa actitud, me negó ayuda. Mientras el hombre me arrastraba, me pegaba en la cabeza, yo le decía que me estaba lastimando, que no me haga nada, pero él solamente se reía. Al costado del camino me tiró al suelo, rompió el uniforme y aunque en todo momento me defendí, no podía porque era un hombre grande, me pegaba mucho. En cierto momento perdí las fuerzas, me quedé mareada por los golpes, sin defenderme ni correr y solamente lo miraba a la cara mientras me lastimaba. No sabía que iba a ser de mí, era un infierno, sentía que mataba”, admitió.
De acuerdo a la denuncia, después de romper su uniforme el sujeto le sacó el corpiño, la manoseó y solamente llegó a tocarla en las partes íntimas porque intervino el conductor de una camioneta que justo pasó por el lugar.
El hombre se bajó y arremetió contra el hombre exigiendo que la suelte, pero como éste hizo caso omiso, efectuó dos disparos al aire con un arma de fuego y logró que escape por una calle que conecta con la aldea Mbororé.
“El hombre gritó ‘¡dejá a la nena!’, pero me seguía obligando a que camine con él, por lo que se bajó y con una pistola disparó dos veces. Cuando se escapó (el atacante), se acercó y me preguntó como estaba. Estaba mareada, no podía estar de pie. Trató de acercarse, le pedí que no me haga nada, que necesitaba mi lente y respondió que me iba a ayudar. Levantó mi moto y me acompañó a casa”, recordó.

“Tengo miedo de todos”

De acuerdo a la declaración en sede policial, el conductor de la camioneta le dijo que se quedara tranquila: “Te voy a ayudar, no soy un hombre zarpado, tengo hijas. Subí a tu moto y te sigo, así te acompaño a tu casa”, acotó y eso fue lo que hizo, pero alrededor de 50 metros antes de llegar desvió el camino alegando que tenía que viajar hacia la localidad de Andresito. Le aconsejó a que haga la denuncia.
“Estoy agradecida con el señor que me defendió porque si no era por él, iba a ser otra la historia. Pero mas allá de eso, me duele que los vecinos me negaron su ayuda. Esa señora hasta me cerró la puerta. Me enseñaron que debemos ser solidarios con las personas, que si algún día alguien lo necesita, debemos colaborar, pero esa noche a nadie le importaron mis ruegos. Siento una angustia enorme por eso. Tengo miedo de todos”, lamentó.

La otra víctima reconoció a Beto

La semana pasada, otra víctima de abuso sexual en manos de un integrante de la aldea Mbororé, en Puerto Iguazú, reconoció a Roberto D. (23), conocido con el apodo de Beto, como su abusador. Ese hecho sucedió nueve días después del ataque a la adolescente, por lo que en un primer momento se pensó que se trataba del mismo sospechoso, hasta que las pericias y testimonios apuntaron hacia dos integrantes de la misma comunidad. En el caso que involucra a Beto, la denunciante es una mujer de 22 años que el 30 de mayo fue abordada camino al trabajo. Recordó que el sujeto (con aliento etílico y un cigarrillo en la boca) se tiró “arriba mío sujetándome del cuello y me accedió carnalmente. Yo lloraba. Me dijo que no llore porque no me estaba doliendo, que por eso no tenía necesidad de llorar”. En su declaración dio más detalles de la violación de la que fue víctima y aseguró que el abusador no usó preservativo. “Después se levantó como si nada, se arregló la ropa y se fue corriendo”. En ese contexto, dos hombres que viven en la misma aldea escucharon los pedidos de auxilio, salieron de sus casas pero cuando llegaron el delito se había consumado. Comenzaron a seguir al abusador hasta que lo reconocieron, por eso instaron a la joven a radicar la denuncia, asegurándole que estaban dispuestos a testificar, lo que finalmente ocurrió. Ese recuerdo se materializó cuando lo señaló como autor.

 

(El Territorio – Por Cristian Valdez)

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