Esta es una de esas historias insólitas en la literatura médica. Un niño de 11 años que se había hecho una herida en la playa acude al doctor una semana después. Al parecer, la “ampolla” no le había desaparecido y estaba creciendo en tamaño. El crío tenía en el interior de la piel un caracol vivo.
Ocurrió en una playa de California (EEUU), y tal y como han contado los médicos, el niño se había raspado el codo en un charco entre rocas, muy cerca del mar. Una semana después, la herida iba a peor. Los doctores le examinaron y lo encontraron bien, no parecía tener síntomas graves, pero la inflamación en la herida seguía muy roja y llena de líquido.
Así fue como descubrieron que debajo del pus había un “objeto” duro de unos 4 milímetros de diámetro: un caracol de mar, identificado más tarde como un Littorina scutulata, que aparentemente todavía estaba vivo. ¿Cómo pudo sobrevivir a la inflamación con pus? Aparentemente, tiene algo que ver con su hábitat costero. Según los médicos:
Estos caracoles son herbívoros y se alimentan principalmente de algas de las rocas en las zonas de marea alta. Como resultado de vivir en este hábitat, a menudo están expuestos al aire y tienen la capacidad de cerrarse sobre superficies firmes con su caparazón y una mucosa pegajosa.
Esto les permite conservar el agua y la humedad dentro de su caparazón, evitando así la desecación y la asfixia. Estas características convierten al caracol en un visitante único en el cuerpo humano y parece haber permitido que este organismo sobreviva a pesar del ambiente extremo del huésped.
El chico ya se ha recuperado y el caso ha pasado a formar parte de los registros de la literatura médica. Por cierto, el niño “estaba visiblemente entusiasmado con el sorprendente descubrimiento y solicitó conservar el espécimen para poder compartir la historia con familiares y amigos”, finalizan los médicos en el estudio.